Es muy importante que conozcas como funciona tu sistema circulatorio y linfático para que entiendas por qué se te hinchan las piernas, porqué retienes líquidos, quizás te hormiguean los pies o tienes muchas varices… Si te interesa este tema, sigue leyendo…
Nuestro cuerpo está formado por numerosos tejidos y estructuras, que ampliándolas a un nivel más pequeño están formados/as por millones de células que cumplen una función. Pues bien, esas células necesitan unas condiciones óptimas para realizar correctamente su trabajo y mantenerse vivas el tiempo que tengan programado. Esas condiciones se consiguen mediante la distribución de oxígeno, nutrientes, metabolitos… y el principal sistema que se encarga de distribuir todo eso y recoger las sustancias de desecho es aparato o el Sistema circulatorio. Este sistema o aparato está formado por arterias -que son las que distribuyen la sangre cargada de oxígeno y nutrientes al cuerpo- y venas -son las que recogen la sangre cargada de sustancias de desecho procedente de los tejidos-, y ambas se comunican entre sí mediante unos vasos más pequeños llamados capilares. La bomba encargada de mover toda esa sangre es el corazón.
Una parte muy importante de nuestro sistema circulatorio es nuestro sistema linfático, que es similar al anterior pero transporta un líquido llamado LINFA, que también proviene de la sangre. Es un sistema de recogida para moléculas más grandes como las proteínas y para recoger el exceso de líquido del espacio intersticial (espacio entre las células).
Para que todo esto quede un poco más claro, un ejemplo muy sencillo sería considerar nuestro cuerpo como una casa, y las instalaciones constituirían un sistema diferente: la instalación de agua y las cañerías que drenan esa agua serían el sistema circulatorio y el linfático, la instalación de la luz sería nuestro sistema nervioso… y así con cada cosa.
Sin embargo, al igual que las cañerías de las casas se “estropean”, en nuestro cuerpo pasa algo similar. Con el paso del tiempo nuestros tejidos van envejeciendo y perdiendo elasticidad y a nivel circulatorio también influye el trabajo que hayamos tenido y como ha sido nuestra postura, pues cuanto más sentadas y sobre todo cuanto más de pie hayamos estado, a la sangre le cuesta más retornar al corazón y eso acelera el proceso de deterioro de los vasos sanguíneos. La estación del año en la que nos encontremos también influye, pues con el frío los vasos sanguíneos tienden a estrecharse y con el calor a dilatarse.
Este deterioro manifiesta algunos síntomas, entre otros:
- Frio en las extremidades. Como a la sangre le cuesta llegar más a los extremos del cuerpo, se produce un descenso de la temperatura corporal.
- Sensación de picor y hormigueo. Esto indica que los depósitos de grasa están bloqueando el flujo de sangre en las arterias, lo que impide que la esta fluya libremente produciendo sensación de adormecimiento.
- Aparición de varices. Estas aparecen por la debilidad de las paredes venosas y el mal funcionamiento de algunas válvulas, lo que origina una acumulación anormal de sangre que ensancha y dilata las venas.
- Aumento de las “arañas vasculares”. Se producen de forma similar a las varices pero a nivel más superficial, y más que a nivel de salud, constituyen un problema estético.
- Hinchazón en pies y manos, cansancio, úlceras y cianosis –coloración azul de la piel-.
Con respecto al tratamiento del sistema circulatorio, existen numerosas técnicas, tanto invasivas como no invasivas para mejorar, intentar reparar los tejidos o directamente impedir que no empeoren. El drenaje linfático manual, la presoterapia, la tecarterapia y sobre todo el movimiento –como por ejemplo caminar de 30 minutos a 1 hora al día y la postura durante el trabajo y el reposo –colocando nuestras piernas o la zona inflamada elevada- ayudan a mantener nuestro sistema circulatorio correctamente.
Si tienes alguno de estos problemas y quieres mejorar tu salud, ponte en contacto con nosotras, estaremos encantadas de ayudarte.
Fátima Sánchez Mora
Fisioterapeuta
